
Le escribí un poema a esa mujer; a la que me dio la vida, a la que me sacó mil sonrisas, a la que me disciplinó cuando lo requería. Sí, ella es mi madre, la que nunca se rindió hasta ver florecer la semilla, la que siempre estuvo en las buenas y en las malas, la que me abrazó cuando más lo necesitaba… esa mujer fuerte con nervios de acero, esa mujer trabajadora que sumó mil y restó cero.
La acusan de ser la culpable de amar sin condición, de convertirme en el hombre que cree en sus sueños, y no descansa hasta darlos por hecho. Ella es mi amiga, la que se desvelaba cuando me golpeaba la vida; y hoy, que con lágrimas en mis ojos le digo gracias por tu confianza y tu apoyo.